Dos legados teresianos contemporáneos

El talante de Teresa de Ahumada (1515-1582) como mística, fundadora y escritora ha cautivado a numerosos sacerdotes y religiosos católicos a lo largo de los siglos. En su época, carmelitas, dominicos, franciscanos, jesuitas, diocesanos… quedaron prendados por la vida y la obra de esta mujer. En tiempos más próximos a nuestros días, cabe destacar el interés que despertó en san Enrique de Ossó (1840-1896) y en san Pedro Poveda (1874-1936).

 El primero de ellos –predicador, misionero, profesor, publicista, pedagogo, catequista, formador y fundador– fue un verdadero contemplativo que, con extraordinario equilibrio y apertura hacia todo lo bueno que ofrecía el siglo XIX, fundió en sí el ideal de promover una intensa vida espiritual unida al apostolado en el propio ambiente. De fe viva, Enrique de Ossó es recordado sobre todo por haber sido capaz de vivir, amar y pensar como Teresa de Jesús. En un tiempo de especial hostilidad a la Iglesia, anunció valerosamente el Evangelio con todos los medios que permitía su época, convirtiéndose así en uno de los sacerdotes más populares de la España de entonces.

Desde niño tuvo devoción entusiasta por la santa de Ávila, cuya lectura constante de sus obras inspiró su quehacer espiritual y su apostolado. Quiso transformar el mundo mediante el espíritu teresiano, por lo que tuvo que dar a conocer y amar a la religiosa española para que el mundo se enamorara de ella. No solo contribuyó a popularizar su vida y sus escritos, sino que fue mucho más allá: encarnó el espíritu de la santa castellana hasta implicarse vivamente en la enteresianización de la sociedad.

Considerándola una “mina de insondables riquezas celestiales, que está por explotar”, descubrió aspectos que ella no había formulado, como el fuerte componente educativo de su experiencia de Dios. Convencido de la importancia de la prensa, desarrolló la capacidad de comunicación de la monja abulense mediante el periodismo y las publicaciones. Amplió el horizonte de la oración teresiana, llevándola más allá del claustro y convirtiéndola en una forma apostólica de estar en el mundo.

Igualmente desplegó el poder teresiano de vincular a su obra a otras muchas personas, generando redes de apostolado en favor de un mundo más humano y de Dios. Así, creó la Archicofradía de jóvenes teresianas, la Compañía de santa Teresa de Jesús, los Misioneros de santa Teresa y la Hermandad Teresiana Universal. Se ocupó también de organizar la peregrinación teresiana nacional a Ávila y Alba de Tormes, logrando en 1877 la asistencia de cuatro mil peregrinos –entre una mayoría de jóvenes de la Archicofradía, doscientos sacerdotes y cuatro obispos–, que inauguraron un exitoso modelo de formulación de la devoción.

Este teresianismo carismático tendría su continuidad en el siglo XX con san Pedro Poveda, sacerdote, humanista, pedagogo, publicista y mártir de nuestra guerra civil de 1936. Además de ocuparse de los más pobres, su preocupación por la función social de la educación le llevó a proponer un gran plan nacional de renovación educativa católica centrado en la promoción del maestro y de la escuela primaria, a colaborar con asociaciones de maestros, a organizar las juventudes universitarias católicas, a coordinar a los padres de familia católicos, a fundar la Federación de Amigos de la Enseñanza y a elaborar un proyecto para una universidad católica en España.

En 1911 puso en marcha en Oviedo un centro para formación de alumnas de Magisterio, que denominó Academia, y otros similares en Linares y Jaén al año siguiente. En 1914 creó en Madrid la primera residencia universitaria femenina del país y posteriormente en muchas ciudades de España. Asimismo envió a Chile y Roma a colaboradoras suyas para desarrollar tareas directivas, docentes, investigadoras y formativas. Con el apoyo de un numeroso grupo de jóvenes mujeres sólidamente formadas fundó la Institución Teresiana. Este movimiento espiritual y educativo de amplia repercusión fue aprobado en 1924 por la Santa Sede como asociación laical internacional dedicada a la educación y la cultura.

En definitiva, tanto san Enrique de Ossó como san Pedro Poveda continuaron el legado de la monja abulense, de la que –por conocer a la perfección su vida y doctrina– se hicieron apóstoles de sus enseñanzas y ejemplos en los dos últimos siglos de nuestra historia.

4 respuestas a “Dos legados teresianos contemporáneos”

  1. Muchas gracias por darnos a conocer la vida de estos dos grandes santos. Muy interesante.

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    1. Avatar de pedroparicioaucejo
      pedroparicioaucejo

      Gracias, Roberto, por tu comentario. Feliz fin de semana. Un fuerte abrazo. PPA

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  2. Avatar de María Jesús Blázquez Nieto
    María Jesús Blázquez Nieto

    Un interesante artículo donde su autor nos ha expuesto, con detalle, las hagiografías de dos santos que, siguiendo la estela de Santa Teresa, realizaron importantes obras sociales y de carácter educativo.

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    1. Avatar de pedroparicioaucejo
      pedroparicioaucejo

      Muchas gracias, María Jesús y Vicente, por vuestro comentario. Un fuerte abrazo. PPA

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